Antecedentes
Epicteto nació en el año 55 en
Hierápolis de Frigia (actualmente Pamukkale, en el sudoeste de Turquía). Cuando
llegó a Roma era un niño esclavo de Epafrodito quien, a su vez, fuera esclavo y
secretario del emperador Nerón. A instancias de Epafrodito, estudió con el
filósofo estoico Musonio Rufo.
Se desconoce la fecha en que
Epicteto obtuvo su libertad. En el año 93 fue exiliado por el emperador
Domiciano, junto con los restantes filósofos residentes en Roma. En Nicópolis, al
noroeste griego, abrió su propia escuela. Entre sus alumnos se encontraba Flavio
Arriano, quien llegaría a ser un respetado historiador bajo Adriano. Según
Orígenes. la fama de Epicteto fue tan grande que mereció más respeto en vida
del que había gozado Platón,.
La persona de Epicteto era defectuosa; cojeaba. Todas las calamidades de su edad, estado y cuerpo sirvieron de recomendación a su alma: siguió, enseñó y obró la secta estoica. Epicteto encerró toda su doctrina en estas dos palabras: “Sufre, abstente”.
Filosofía de Epicteto
El conocimiento de la propia
naturaleza, según Epicteto, permite discernir aquello que el cuerpo y la vida en
común exigen del individuo, y de lo que no. Y que la virtud consiste en no dejarse
guiar por las apariencias, sino por la motivación de actuar racional y
benevolentemente pero, sobre todo, aceptando el destino individual predeterminado
por Dios[1].
Desde su contemplación, observación
detallada y profunda, Epicteto logra ver lo que los demás no. Las personas mundanas percibimos
el mundo según las apariencias, Epicteto lo observa tal cual es; como filósofo,
observó la conducta humana y nos transmitió su comprensión.
En su Enchiridion, Picteto nos
dice: “Las cosas en sí no nos lastiman,
ni entorpecen nuestra vida. Tampoco los demás lo hacen. Pero la forma como los
percibimos es otro asunto; son nuestras actitudes y reacciones las que nos
causan problemas.” En otras palabras, Lo que sucede a las cosas o a las personas,
los hechos, no nos lastiman; nos lastima nuestras actitudes y reacciones hacia
ellos.
Entendamos que el mundo es
como es, es inmutable y lo que nos afecta es nuestra percepción de los sucesos.
Todo en el mundo sucede y punto; no ocurren con una intención. Es la persona
quien le da sentido y finalidad a los eventos. Esto es lo que nos causa
problemas. Es nuestra actitud y la forma como asumimos los hechos y la manera
como reaccionamos frente a ellos.
El mundo es complejo y si
aprendemos a observar, aceptaremos que las cosas suceden. Y que si ocurren en
mi entorno cercano me afectan más que si suceden en un lugar remoto. Es el pensamiento
y la subjetividad los que le dan significado. Si comienzo a aceptar que el
mundo es como es, que a diario ocurren cosas y que éstas pueden beneficiarme o
a perjudicarme, estaré preparado para cuando sucedan; lo que antes me parecía
terrible, ahora lo aceptaré como una posibilidad de las tantas que a diario pueden
pasar.
Si experimento una acción que
considero mala y la percibo en el instante, me angustiará mucho, ya que la
estoy viviendo en ese momento. Pero si en el momento que me ocurre me sustraigo
a la realidad y la contemplo en el tiempo y me adelanto unos años, me doy
cuenta que el dolor, la angustia o la afectación cederá, entonces la
experimento menos angustiosa ya que sé que existía la posibilidad de que
ocurriera y que con el tiempo la asimilaré.
Su importancia en la Psicología
Dentro de la psicología cognitiva conductual, el enunciado de Epicteto reviste una importancia crucial. Observamos que lo que nos afecta a nivel cognitivo no son propiamente los hechos sino la manera en que los interpretamos. Sufrimos por lo que nos imaginamos podría suceder, pero si ponemos atención a los hechos, la gran mayoría de ellos no nos afectarán. Lo que
pensamos como una terrible pérdida no lo es tanto, y que cuando ocurra no será
tan terrible si sabemos asimilarlo como parte del proceso de la existencia y del
acaecer del mundo[2].
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