Con frecuencia observo en las
conversaciones cotidianas de gente de diferentes lugares, estrato social,
educación, etc., quejarse de la actitud de terceras personas hacia la persona
quejosa. En la mayoría de los casos noto que la queja se relaciona con la
necesidad de que nos escuchen, nos digan palabras de aliento, de amor, de
aprobación, creando una relación de alta dependencia de esas frases. Aun cuando
muchas de esas palabras deseadas carezcan de un sentimiento real y sólo sean
expresadas para satisfacer esa necesidad apremiante de saber que somos
importantes para la otra persona. Es por ello, para entender más cabalmente de
lo hablo, que he decidido publicar un interesante ensayo de Viktor Frankl.
Viktor Emil Frankl, nació un 26 de marzo de 1905
en Viena, Austria y falleció el 2 de septiembre de 1997 en la misma ciudad.
Fundador de la Logoterapia, estudió el campo de la Psicología Existencial,
Neurología y Psiquiatría. Sobreviviente del holocausto en campos de
concentración de Auschwitz y Dachau.
Viktor Frankl expresa, en pocas palabras, cómo
nos hacemos daño a nosotros mismos con nuestros propios pensamientos, pensando
o creyendo lo que NUESTRA MENTE cree. Dependiendo del grado de distorsión
mental de cada quien, todos poseemos una percepción diferente y particular de
nuestro entorno, del mundo, de la vida, de las acciones de los demás. De cada
persona depende entregar el control de nuestras vidas a terceras personas o
controlarla nosotros mismos.

Pero,
¿sabes? No necesitas buscar nombres. La respuesta es más sencilla de lo que
parece, y es que nadie te hace sufrir, te rompe el corazón, te daña o te quita
la paz. Nadie tiene la capacidad al menos que tú le permitas, le abras la
puerta y le entregues el control de tu vida.
Llegar a pensar con ese nivel de conciencia puede ser un gran reto, pero
no es tan complicado como parece. Se vuelve mucho más sencillo cuando
comprendemos que lo que está en juego es nuestra propia felicidad. Y
definitivamente el peor lugar para colocarla es en la mente del otro, en sus
pensamientos, comentarios o decisiones.
Cada día
estoy más convencido de que el hombre sufre no por lo que le pasa, sino por lo
que interpreta. Muchas veces sufrimos por tratar de darle respuesta a preguntas
que taladran nuestra mente como: ¿Por qué no me llamó? ¿No piensa buscarme?
¿Por qué no me dijo lo que yo quería escuchar? ¿Por qué hizo lo que más me
molesta? ¿Por qué se me quedó viendo feo? y muchas otras que por razones de
espacio voy a omitir. No se sufre por
la acción de la otra persona, sino por lo que sentimos, pensamos e interpretamos
de lo que hizo, por consecuencia directa de haberle dado el control a alguien
ajeno a nosotros. Si lo quisieras ver
de forma más gráfica, es como si nos estuviéramos haciendo vudú
voluntariamente, clavándonos las agujas cada vez que un tercero hace o deja de
hacer, algo que nos incomoda. Lo más curioso e injusto del asunto es que la
gran mayoría de las personas que nos "lastimaron", siguen sus vidas
como si nada hubiera pasado; algunas inclusive ni se llegan a enterar de todo
el teatro que estás viviendo en tu mente.
Un claro
ejemplo de la enorme dependencia que podemos llegar a tener con otra persona es
cuando hace algunos años alguien me dijo:
"Necesito que Enrique me diga que me quiere aunque yo sepa que es
mentira. Sólo quiero escucharlo de su boca y que me visite de vez en cuando
aunque yo sé que tiene otra familia; te lo prometo que ya con eso puedo ser
feliz y me conformo, pero si no lo hace... siento que me muero". ¡Wow! Yo me quedé perplejo ¿Realmente esa
será la auténtica felicidad? ¿No será un martirio constante que alguien se la
pase decidiendo nuestro estado de ánimo y bienestar? Querer obligar a otra
persona a sentir lo que no siente... ¿no será un calvario voluntario para
nosotros? No podemos pasarnos la vida
cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de
otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones. Las frases que normalmente se dicen los
enamorados como: "Mi amor, me haces tan feliz", "Sin ti me
muero", "No puedo pasar la vida sin ti", son completamente
irreales y falsas. No porque esté en contra del amor, al contrario, me
considero una persona bastante apasionada y romántica, sino porque realmente
ninguna otra persona (hasta donde yo tengo entendido) tiene la capacidad de entrar
en tu mente, modificar tus procesos bioquímicos y hacerte feliz o hacer que tu
corazón deje de latir. Definitivamente
nadie puede decidir por nosotros.
Nadie
puede obligarnos a sentir o a hacer algo que no queremos, tenemos que vivir en
libertad. No podemos estar donde no nos necesiten ni donde no quieran nuestra
compañía. No podemos entregar el control de nuestra existencia, para que otros
escriban nuestra historia. Tal vez tampoco podamos controlar lo que pasa, pero
sí decidir cómo reaccionar e interpretar aquello que nos sucede. La siguiente vez que pienses que alguien te
lastima, te hace sufrir o controla tu vida, recuerda: No es él, no es
ella...ERES TÚ quien lo permite y está en tus manos volver a recuperar el
control. "Al hombre se le puede
arrebatar todo, salvo una cosa: La última de las libertades humanas - la
elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para
decidir su propio camino".
Viktor
Frankl
Perdonar es liberar un prisionero y descubrir
que el prisionero eras tú.
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