La
mayoría de la gente ̶ si no es que toda
̶ cuenta, alguna vez, alguna mentira en
su vida, y no falta quienes lo hacen todos los días. Aunque algunas mentiras
son más graves que otras, y en algunos casos no es visto como algo muy malo.
Incluso algunas mentiras son catalogadas de “piadosas” o blancas, aun cuando no
deja de ser una mentira. Y los seres humanos, al parecer, somos compulsivamente
mentirosos.
Una de
las razones por las cuales mentimos es para conseguir determinados fines.
A
menudo, cuando hacemos algo que los demás desaprueban y en consecuencia se
espera un castigo, sea físico, una señal de disgusto o de rechazo, es entonces
cuando negamos lo que haya que negar y, si es posible, señalamos a otros como
responsables.
Mentimos
para evitarnos la vergüenza. Nos imaginamos lo que otros están pensando de
nosotros y suponemos una silenciosa pero penosa desaprobación. Perder la
posición social nos causa vergüenza, lo suficiente como para que nos mintamos para
reducir el impacto sobre nuestra estima.
Mentimos
también para obtener beneficios materiales, para negociar un mejor precio, para
conseguir cosas sin costo, y para obtener beneficios inmerecidos.
Buscamos
obtener ventajas contando historias falsas sobre méritos deportivos,
conocimientos, premios obtenidos, etc., con el fin de atraer la admiración de
otras personas, sea en el aspecto romántico, en el empleo o sólo por sobresalir
en el grupo de amigos.
Decimos
maravillas sobre cualquier artículo que tratamos de vender, como en la venta de
un automóvil o cualquier objeto usado y que está en malas condiciones.
Un niño
miente diciendo que ya ha terminado su tarea con el fin de conseguir que lo
lleven al cine.
Cuando
pretendemos mostrar una buena imagen. Particularmente, en situaciones sociales,
románticas y de trabajo, en las que necesitamos que otros piensen que somos
competentes y exitosos con el fin de obtener su aprobación y las recompensas que
se pueden obtener. Es bastante común, también, en las entrevistas de trabajo,
donde inflar el currículum vitae es frecuente.
Una
razón más socialmente aceptable, deseable, y quizá, necesaria de mentir es para
ayudar a los demás, especialmente a amigos y familiares. Aunque en realidad,
estemos ganando tanto o mayor beneficio para nosotros mismos.
A veces
evitamos decir cosas a otras personas más por su beneficio que por la nuestra.
Por ejemplo, diciendo que estamos bien cuando sabemos que si decimos la verdad,
podría afectar a otra persona. Las mentiras también se utilizan a menudo para
salvar el propio pellejo.
Cuidar las
apariencias significa ayudar a sostener la estima de los demás y evitar la
vergüenza, como cuando no decimos la toda verdad en vez de mentir abiertamente.
Por ejemplo, si nos encontramos con una persona con mal aliento y evitamos
señalar este problema.
Otra manera
de contar mentiras es cuando ayudamos a otros a evitar problemas; por ejemplo,
les damos una coartada diciendo que estaban con nosotros y no en alguna situación
comprometida, aunque debemos de evitar cometer perjurio, mintiendo en la corte
para salvar a nuestros amigos.
No se nace
mentiroso; sin embargo, aprendemos desde muy pequeños y muy rápido sobre lo que
funciona y lo que no. Se desarrolla la astucia natural y pronto se empieza a
mentir con el fin de evitar castigos y para recibir recompensas.
Los
primeros engaños son evidentes, como cuando un niño esconde algo detrás de la
espalda, y dicen que no lo tienen. Al poco tiempo aprenden a ocultarlo en otro
lugar, ponen cara de sorpresa y de ofendidos cuando sus padres se atreven a
acusarlos. De hecho, cuando los niños son castigados por mentir, en lugar de
hacerlo menos, a menudo sólo mejoran sus técnicas.
Otro
método es la justificación como recurso para aceptar lo sucedido, pero que era la
mejor opción. Cuando la culpa es difícil de evitar, los niños rápidamente
inventan historias que justifican su comportamiento. Como el cuento de Pinocho,
estos pueden elaborase rápidamente para cubrir sus fechorías, usando su
creatividad natural para elaborar cuentos creíbles.
Siempre
que tienen la posibilidad de engañar sin ser detectados, la mayoría de la gente
lo hace. Esto se observa en el robo de pequeños adminículos de oficina del
lugar de trabajo, pareciera que llevarse a casa una pluma no parece molestar a
nadie. Lo mismo ocurre con la mentira. Las mentirillas y pequeños engaños se
ven como aceptables, como sucede en muchos círculos sociales.
Como
hemos podido constatar, la mentira está presente en muchos casos, justificada o
no. Entonces, ¿podemos concluir que todos mentimos? Esa respuesta se las dejo a
cada uno de los lectores.
Por mi
parte, pienso que lo mejor es que tratemos de evitar que la mentira sea nuestro
estilo de vida, lo normal. Si es usted padre, inculque valores a sus hijos y predique
con el ejemplo. Enseñemos a nuestros hijos que mentir no es correcto, en lugar
de castigarlos por decir mentiras. Es preferible prevenir que corregir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario