Salud y belleza

miércoles, 10 de agosto de 2016

Mi pareja me pega, pero no quiero perderlo

“¡Mi novio me pegó una cachetada pero siento que fue por mi culpa AYUDENME!, ¿Le pegué a mi novia y estoy arrepentido… qué hago para que me perdone?, Mi esposo me pegó anoche y no sé qué hacer el día de hoy. Consejos por favor... me siento muy triste”.

Este tipo de mensajes se observan con frecuencia en la red, y en la consulta psicológica. Gente solicitando ayuda y consejo. Aunque la mayoría son mujeres, también hay hombres, los menos, quienes viven esta situación de violencia intrafamiliar.

El Dr. Ernesto Lamoglia, psiquiatra, menciona que: “Cualquier relación que cause dolor a una de las partes es destructiva, no importa cuánto cariño pueda haber. Nadie merece ser maltratado.  Una relación dolorosa es algo que nadie desea en su vida”. Cualquier relación donde esté presente el abuso y el daño físico o emocional es una relación enferma, anormal.

Las relaciones destructivas son más comunes de lo que pudiéramos suponer. Cualquier persona puede ser un enfermo emocional. Muchas de las personas que practican hoy la violencia en sus hogares, fueron jóvenes que vivieron esta situación, y que después como adultos han replicado el mismo patrón. Algunos de ellos proceden de familias con violencia, otros no.

Lo más peligroso de una relación destructiva es permanecer en ella. Una persona sana debe alejarse. Es importante reconocer el abuso sin importar de quien provenga de: familiares, amigos, novios, compañeros o maestros e incluso en el trabajo. En una relación destructiva, la conducta del abusador y la víctima son anormales. La relación cada día es más peligrosa, de los insultos se pasa a los golpes en cuestión de minutos. Ambos sujetos están enfermos y requieren ayuda profesional si desean salir de esa relación enferma, solos difícilmente lo van a lograr. Las personas violentas no están buscando a quien maltratar, tampoco las víctimas están conscientes de que buscan un maltrato y, sin embargo, ambos se encuentran. Cuando alguien depende sentimentalmente de otra persona, su vida puede convertirse en un caos emocional, y hará lo que sea necesario para retenerla, hasta aceptar todo tipo de vejaciones.

El abuso o maltrato físico busca causar dolor, lesionar con o sin objetos son formas de violencia física. A veces las lesiones son evidentes y en otras no. La violencia más dañina para un menor es el abuso sexual. Es un crimen penado por la ley. Sea causado por el padre u otra persona es un crimen aberrante y no debe ni puede permitirse. La pornografía, el exhibicionismo, la prostitución infantil, ser forzado o presenciar el acto sexual de otros, son formas de abuso sexual. Quien convence, obliga o permite a un menor de edad a realizar cualquiera de estos actos es un delincuente que debe ser denunciado.

El abuso emocional puede ser igual de dañino, y más difícil de identificar, pero las heridas duelen igual, por más tiempo y dañan el carácter, es violencia disfrazada. El desgaste psicológico es devastador. Ataca la identidad de la persona, disminuye gradualmente su individualidad, rebaja su autoestima, sin compasión, ni respeto.

Muchos padres abusan emocionalmente de sus hijos, los hombres de sus esposas o viceversa, maestros de sus alumnos, superiores de sus inferiores o un amigo del otro. El agresor lo disfraza, una pregunta, un sarcasmo, una burla, una indirecta, una sonrisa o una simple observación; busca herir, y trata de hacerlo en público para que hacer más daño. Puede ser muy leve, es constante, lenta y sutil. No deja rastros físicos. Los ataques velados son tan cotidianos que parecen normales. El agresor intenta manipular a su víctima, hacerlo sentir culpable. Desestabiliza a la víctima y lo somete completamente, se bloquea y no reacciona o lo hace con miedo, lo cual exacerba la ira del abusador. Cae en un círculo vicioso de estrés, depresión y dolor, mucho dolor.

El hogar, que debería ser un espacio de solidaridad, apoyo mutuo y crecimiento
personal se convierte en un infierno para todos los miembros. Temen que en cualquier momento pueda producirse un episodio caótico; el miedo es constante, cotidiano. La vida de los demás gira en torno de la persona violenta, tienen miedo a hablar o hacer cosas que desate la furia del agresor. La relación es desigual, con la superioridad del agresor y la posición vulnerable de la víctima. La comunicación se vuelve difícil.

Se sospecha de abuso cuando se perciben los siguientes síntomas:
1.       Moretones, cortadas, quemaduras, huesos rotos.
2.      Signos de depresión y patrones alternados de subidas y bajadas de peso.
3.      Daños autoinfligidos, cambios en la alimentación, mencionar el suicidio.
4.      Dificultad en la relación con los padres o figuras de autoridad.
5.      Problemas para manejar la ira.
6.      Bajas repentinas en las calificaciones
7.      Alejamiento de amigos o cambio del tipo de amistades.
8.     Abandono de actividades que antes disfrutaba.
9.      Actitud delictiva o agresividad en la escuela.
10.  Promiscuidad
11.   Problemas con la autoridad, incluyendo robo y vandalismo.
12.  Consumo de drogas y consumo de alcohol.
13.  Conducta escapista.

Comportamientos comunes de una relación destructiva:
1.      El agresor se adjudica el derecho de controlar la vida y conducta de su pareja
2.     La víctima renuncia a personas y actividades eran importantes en su vida.
3.     El agresor desvaloriza las opiniones, sentimientos y logros de su pareja.
4.     Cuando la víctima hace algo que le disgusta al agresor, éste vocifera, manotea, amenaza o castiga con un silencio colérico.
5.      La víctima, a fin de no disgustarlo, tienta el terreno y ensaya lo que le dirá. Vive con miedo constante.
6.     La víctima se confunde ante los bruscos cambios de su pareja que, sin manera de preverlos, van del dulce encanto a la cólera.
7.      La víctima se siente perpleja, desorientada o fuera de lugar frente al otro.
8.     El agresor es sumamente celoso y posesivo.
9.      El agresor culpa a su pareja de todo lo que funciona mal en su relación.

Sabemos que las relaciones perfectas no existen, siempre habrá diferencias que habrá que conciliar y negociar,  y a veces alguien tendrá que ceder. El problema es cuando quien cede siempre es el mismo.

Recomendaciones:
1.       No se quede callada(o). El silencio es el principal aliado del agresor.
2.      Eleve su autoestima y libérese de sentimientos de culpa.
3.      Termine la relación de manera tajante y definitiva. Aun cuando le signifique mucho dolor.
4.      Busque ayuda profesional para resolver el problema de la dependencia, y evite otra relación de abuso y repetir el ciclo.


Referencia: Lamoglia, E. (2003). El amor no tiene por qué doler: Cómo reconocer una relación destructiva. Centro de educación emocional y servicios psicológicos.

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