Salud y belleza

lunes, 7 de diciembre de 2015

Conviviendo con un adolescente con trastorno antisocial de la personalidad

De acuerdo con la opinión de Alejandro Rocamora Bonilla  ̶  Psiquiatra y catedrático de Psicopatología del Centro de Humanización de la Salud (CEHS) y ex-Profesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) ̶ ,  las personas con trastorno antisocial de la personalidad se caracterizan por ser explotadoras e irresponsables, tienden a violar las normas establecidas y experimentan gran dificultad para establecer vínculos adecuados y duraderos.

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El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) menciona que, el trastorno antisocial se caracteriza por un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás y se presenta desde los 15 años de edad. Generalmente, fracasa para adaptarse a las normas sociales, comete actos ilegales de manera repetida, puede ser deshonesto, mentiroso, utilizar un alias, estafar a otros por placer. Presenta impulsividad o incapacidad para planificar el futuro. Es una persona irritable y agresiva que pelea o agrede con frecuencia. Es despreocupado e imprudente por su seguridad o la de los demás. Es irresponsable e incapaz de mantener un trabajo estable o de hacerse cargo de obligaciones económicas. Carece de remordimientos y es indiferente de haber dañado, maltratado o robado a otros.

Menciona Rocamora que, todo ello se basa en que estos individuos con personalidad antisocial, se sienten distintos de los demás, y su relación con los otros es de explotación. Su personalidad antisocial es la del adulto que nunca fue niño.

Cita el caso de Andrés, “El Pecas”, quien acude a la consulta psiquiátrica porque, tras estar en prisión durante nueve meses por un intento de agresión a un policía cuando iba a robar una farmacia, el juez le ha impuesto tratamiento ambulatorio durante cinco años. Pertenece a una familia muy disfuncional, donde el padre desaparecía con frecuencia y el hermano mayor traficaba con heroína. Desde los 1O años ha tenido que “buscarse la vida”, pues su madre se dedicaba a cuidar a los tres hermanos más pequeños. Andrés comenzó a tener problemas en el colegio, donde empezó a realizar pequeños robos a sus compañeros; y con doce años, muchos días a la semana, no acudía a las clases, pues se marchaba con una banda de chicos mayores que él a robar coches y a fumar porros. A los quince años, pasó su primera noche en una comisaría después de una pelea en un bar. Andrés, durante la entrevista, se muestra distante y con cierto aire de superioridad, que a sus veinte años sorprende. No muestra ningún sentimiento, ni positivo ni negativo, y lo único que repite es que a él no le pasa nada y que, por tanto, está deseando que se cumplan los cinco años de tratamiento impuestos por el juez, para no tener que acudir más a la consulta.

Cita cinco recomendaciones para convivir con un adolescente con trastorno antisocial de la personalidad:
1.   Conviene mantener una conducta firme ante las irresponsabilidades del adolescente con personalidad antisocial. Habrá que establecer y estructurar normas que deberán ser respetadas por todos los miembros de la familia, incluidos los progenitores: horario de las comidas, de la TV, de acostarse, las obligaciones en casa (hacer su cama, bajar la basura, etc.). Este tipo de pacientes, aunque reniegan de la norma, también la necesitan para neutralizar sus impulsos antisociales.
2.   El propio encuadre terapéutico debe tener estas características de firmeza, sin rigidez, pero señalando claramente cuáles son las competencias del paciente y del terapeuta, en cuanto a horario de la consulta, contenido de la misma y mantenimiento de un mínimo de normas de urbanidad. Ante el terapeuta no es extraño que tome una actitud de desafío, como lo hace con cualquier figura de autoridad, por lo que es preciso no doblegarse a sus exigencias; en todo caso, habrá que negociar sobre sus pretensiones.
3.   Evitar una confrontación permanente con el adolescente psicopático, procurando crear un clima de confianza, no amenazador, que no transija en lo esencial, aunque se sea más flexible en los aspectos secundarios.
4.   Los padres no deben minimizar las consecuencias de los actos antisociales y establecer sanciones justas cuando se produzca el quebrantamiento de alguna norma. Así, ante los robos repetidos, las ausencias del colegio o las peleas frecuentes con los compañeros, no se puede argumentar que es un niño o un adolescente y, por lo tanto, no imponer una sanción, sino al contrario: hay que asignar un castigo justo en relación con la gravedad de la acción cometida. Eso sí, siempre habrá que intentar explicar el castigo para que el chico con personalidad antisocial no lo viva como producto de la agresividad de los padres, sino como una consecuencia de su propio comportamiento. Ante esas transgresiones de sus hijos, los padres, no deben disculparlos, mucho menos protegerlos de las supuestas injusticias. Esto constituiría un grave error, porque, entre otras consecuencias, el adolescente psicopático cada día pedirá más protección, lo que favorecería la continuidad de sus conductas antisociales.
Es evidente que, cuanto antes se produzca un tratamiento psicoterapéutico, más posibilidades habrá de éxito. Es cierto que el niño o el adolescente necesita expresar y desahogar toda su rabia y agresividad y aprender a canalizar esos impulsos destructivos a través de otras acciones no dañinas para los demás: deporte, ejercicio físico, etc. En definitiva, lo negativo no es tener sentimientos de agresividad, sino no saberlos expresar verbalmente.


Fuente: http://www.cuidatusaludemocional.com/2015/12/trastorno-antisocial-de-la-personalidad-psicopata.html

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