De
acuerdo con la opinión de Alejandro Rocamora Bonilla ̶ Psiquiatra
y catedrático de Psicopatología del Centro de Humanización de la Salud (CEHS) y
ex-Profesor de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad
Pontificia Comillas (Madrid) ̶ , las personas con trastorno antisocial de la
personalidad se caracterizan por ser explotadoras e irresponsables, tienden a violar
las normas establecidas y experimentan gran dificultad para establecer vínculos
adecuados y duraderos.
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El
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) menciona
que, el trastorno antisocial se caracteriza por un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás y
se presenta desde los 15 años de edad. Generalmente, fracasa para adaptarse a
las normas sociales, comete actos ilegales de manera repetida, puede ser deshonesto,
mentiroso, utilizar un alias, estafar a otros por placer. Presenta impulsividad
o incapacidad para planificar el futuro. Es una persona irritable y agresiva
que pelea o agrede con frecuencia. Es despreocupado e imprudente por su
seguridad o la de los demás. Es irresponsable e incapaz de mantener un trabajo estable
o de hacerse cargo de obligaciones económicas. Carece de remordimientos y es indiferente
de haber dañado, maltratado o robado a otros.
Menciona
Rocamora que, todo ello se basa en que estos individuos con personalidad
antisocial, se sienten distintos de los demás, y su relación con los otros es
de explotación. Su personalidad antisocial es la del adulto que nunca fue niño.
Cita
el caso de Andrés, “El Pecas”, quien acude a la consulta psiquiátrica porque,
tras estar en prisión durante nueve meses por un intento de agresión a un
policía cuando iba a robar una farmacia, el juez le ha impuesto tratamiento
ambulatorio durante cinco años. Pertenece a una familia muy disfuncional, donde
el padre desaparecía con frecuencia y el hermano mayor traficaba con heroína.
Desde los 1O años ha tenido que “buscarse la vida”, pues su madre se dedicaba a
cuidar a los tres hermanos más pequeños. Andrés comenzó a tener problemas en el
colegio, donde empezó a realizar pequeños robos a sus compañeros; y con doce
años, muchos días a la semana, no acudía a las clases, pues se marchaba con una
banda de chicos mayores que él a robar coches y a fumar porros. A los quince
años, pasó su primera noche en una comisaría después de una pelea en un bar. Andrés,
durante la entrevista, se muestra distante y con cierto aire de superioridad,
que a sus veinte años sorprende. No muestra ningún sentimiento, ni positivo ni
negativo, y lo único que repite es que a él no le pasa nada y que, por tanto,
está deseando que se cumplan los cinco años de tratamiento impuestos por el
juez, para no tener que acudir más a la consulta.
Cita
cinco recomendaciones para convivir con un adolescente con trastorno antisocial
de la personalidad:
1.
Conviene mantener una conducta firme
ante las irresponsabilidades del adolescente con personalidad antisocial. Habrá
que establecer y estructurar normas que deberán ser respetadas por todos los
miembros de la familia, incluidos los progenitores: horario de las comidas, de
la TV, de acostarse, las obligaciones en casa (hacer su cama, bajar la basura,
etc.). Este tipo de pacientes, aunque reniegan de la norma, también la
necesitan para neutralizar sus impulsos antisociales.
2. El
propio encuadre terapéutico debe tener estas características de firmeza, sin
rigidez, pero señalando claramente cuáles son las competencias del paciente y
del terapeuta, en cuanto a horario de la consulta, contenido de la misma y
mantenimiento de un mínimo de normas de urbanidad. Ante el terapeuta no es
extraño que tome una actitud de desafío, como lo hace con cualquier figura de
autoridad, por lo que es preciso no doblegarse a sus exigencias; en todo caso,
habrá que negociar sobre sus pretensiones.
3. Evitar
una confrontación permanente con el adolescente psicopático, procurando crear
un clima de confianza, no amenazador, que no transija en lo esencial, aunque se
sea más flexible en los aspectos secundarios.
4.
Los padres no deben minimizar las
consecuencias de los actos antisociales y establecer sanciones justas cuando se
produzca el quebrantamiento de alguna norma. Así, ante los robos repetidos, las
ausencias del colegio o las peleas frecuentes con los compañeros, no se puede
argumentar que es un niño o un adolescente y, por lo tanto, no imponer una
sanción, sino al contrario: hay que asignar un castigo justo en relación con la
gravedad de la acción cometida. Eso sí, siempre habrá que intentar explicar el
castigo para que el chico con personalidad antisocial no lo viva como producto
de la agresividad de los padres, sino como una consecuencia de su propio
comportamiento. Ante esas transgresiones de sus hijos, los padres, no deben
disculparlos, mucho menos protegerlos de las supuestas injusticias. Esto
constituiría un grave error, porque, entre otras consecuencias, el adolescente
psicopático cada día pedirá más protección, lo que favorecería la continuidad
de sus conductas antisociales.
Es evidente que, cuanto
antes se produzca un tratamiento psicoterapéutico, más posibilidades habrá de
éxito. Es cierto que el niño o el adolescente necesita expresar y desahogar toda
su rabia y agresividad y aprender a canalizar esos impulsos destructivos a
través de otras acciones no dañinas para los demás: deporte, ejercicio físico,
etc. En definitiva, lo negativo no es tener sentimientos de agresividad, sino
no saberlos expresar verbalmente.
Fuente:
http://www.cuidatusaludemocional.com/2015/12/trastorno-antisocial-de-la-personalidad-psicopata.html
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